Por Jorge Castañeda.- Veo la primera plana de mi periódico Reforma el
sábado, recorro la enmagrecida primera sección del diario y me preguntó
en términos churchilianos: ¿Cómo le ha hecho la 4T para abrir tantos
frentes de tanta dificultad en tan poco tiempo? Muchos de su propia
confección, otros ajenos a su voluntad y control, pero todos
simultáneos, complejos y preñados de peligro.
Empiezo el recuento, sin seguir la secuencia o jerarquía de Reforma.
La refinería de Salamanca sigue cerrada; el desabasto persiste en el
centro y el occidente del país; la explosión de Tlahuelilpan aún no
tiene responsables, y la guerra del huachicol no va a ningún
lado, si a detenidos y procesados nos atenemos. Se repiten las
perforaciones o sabotajes de ductos, y los consiguientes cierres. El
número de muertes sigue creciendo.
Así como lo
advertimos hace unos días en este espacio, la huelga en más de 40
maquiladoras se mantiene en Matamoros. Los casi 40 mil trabajadores
piden un incremento salarial de 20 por ciento y un bono de 32 mil pesos.
Varias empresas han cerrado, otras comienzan a aceptar las demandas de
los trabajadores –más justas, imposible– y otras resisten. Todas piden
la intervención del gobierno que obviamente no sabe cómo proceder.
Quisiera apoyar a los obreros, que sólo reclaman una parte del
incremento que recibieron los que ganan el mínimo. Pero teme que de
tener éxito la huelga, se pueda extender como polvorín por la frontera,
sobre todo a las grandes ciudades: Juárez, Mexicali y Tijuana.
Hablando de
Tijuana, la embajada de Estados Unidos anuncia que a partir del lunes se
iniciarán las devoluciones de hondureños que solicitaron asilo y que
esperarán su proceso y audiencias en México.
La Cancillería responde que
se trata de una decisión unilateral norteamericana, pero que igual la
acepta por “razones humanitarias”. Todos critican a Trump y a su “nbf”
por violar el derecho internacional de refugiados. El alcalde de
Tijuana declara que no tiene recursos para atender a miles de
centroamericanos durante meses o años.
En Michoacán se
eterniza el bloqueo por la Coordinadora de la vía férrea de Lázaro
Cárdenas al norte y al oriente. Enormes cantidades de automóviles,
granos, productos de acero y otros insumos se encuentran paralizados. El
gobierno federal ofrece algunos recursos, la CNTE los rechaza y el
gobierno de Michoacán pide que López Obrador desaloje las vías. Este
último sugiere el diálogo.
Tratándose de
diálogo, la crisis venezolana se agrava y México se encuentra solo
promoviendo un diálogo que la oposición rechaza y que nadie más
promueve. Salvo Uruguay, con un gobierno decente y progresista, por
desgracia preso de la inteligencia cubana y venezolana por los negocios
del hijo del presidente Tabaré en Venezuela. Media comentocracia
denuncia la pasividad y la ingenuidad de Ebrard y de AMLO; los defienden
los chairos en las redes sociales.
Volviendo a
Centroamérica, avanza la nueva caravana, compuesta por unos siete mil
500 migrantes debidamente registrados ante la autoridad mexicana, y unos
mil 500 a dos mil, por la libre. Todos, parece, quieren ir a Estados
Unidos, a pesar de los ofrecimientos de trabajo y atención por el
gobierno de México. De confirmarse esa tesis, pronto se sumarán a los
centroamericanos que ya se encuentran en Tijuana.
Si a estos
retos, en parte autoinfligidos, le sumamos uno ajeno por completo a la
4T, pero que le toca –a saber, la muerte de los Moreno Valle en el
helicóptero– vemos que no son pocos los frentes de combate en curso.
Algo así como el sitio de Leningrado, y la batalla de Stalingrado, al
mismo tiempo. Ninguno es mortal, y todos se resolverán con el tiempo.
Pero vale la
pena formularse la siguiente pregunta: ¿Son los estragos inevitables de
la curva de aprendizaje? ¿O hay algo más de por medio, menos evidente?
¿Son una predilección del presidente, o un estilo personal de gobernar?
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